lunes, 29 de marzo de 2010

REPORTAJE A CHOMSKY

Avram Noam Chomsky

"La construcción de una gramática de una lengua por un lingüista es, en al­gunos aspectos, análoga a la adquisición del lenguaje por el niño. El lingüista tiene un corpus de datos; el niño cuenta con los datos inanalizados del uso del lenguaje. El lingüista trata de formular las reglas de la lengua; el niño cons­truye una representación mental de la gramática de la lengua. El lingüista aplica ciertos principios y asunciones para seleccionar una gramática entre las muchas posibilidades compatibles con sus datos; el niño tiene que seleccionar también entre las gramáticas compatibles con los datos, pero mutuamente in­compatibles entre sí. La teoría general del lenguaje, que trata de descubrir y poner de manifiesto los principios, condiciones y procedimientos que el niño aplica al adquirir su conocimiento de la lengua, puede también ser interpreta­da como una justificación de la metodología de la investigación lingüística (los métodos por los que el lingüista llega a una gramática)."

NOAM CHOMSKY

Lingüista estadounidense, nacido el 7 de diciem­bre de 1928 en Filadelfía. Su carrera académica es extraordinariamente brillante: Bachelor of Arts (1949), Master of Arts (1951) y doctor en filoso­ fía por la Universidad de Filadelfia (1955); es, ade­más, doctor honoris causa por las Universidades de Chicago (1967), Loyola (1970), Swarthmore College (1970), Bard College (1971), Delhi (1972) y por la de Massachusetts (1973). De 1951 a 1955 perte­neció a la Society Fellows, de Harvard, y desde ese
último año es miembro del prestigioso M.I.T. (Mas­sachusetts Institute of Technology); ha sido pro­fesor invitado en universidades estadounidenses de gran prestigio intelectual (Columbia, Los Ange­les, Berkeley) y lector en la Universidad de Ox­ford (1969). Pertenece a las siguientes sociedades: American Academy of Arts and Sciences; Natio­nal Academy Science; American Linguistic Society; American Philosophical Association; American Aca­demy Polítical and Social Sciences, y la inglesa Aristotelian Society.

Discípulo de Z. S. Harris y de R. Jakobson, es el creador de la gramática generativa, que se basa en el uso de procedimientos formales para la des­cripción exacta de las lenguas naturales. Es autor de: Syntactic Struclures (1957); Current Isiues in Linguistic Theory (1964); Aspects of the Theory of Syntax (1965); Cartesian Linguistic! (1966); Sound Pattern of English, en colaboración con Morris Halle (1968); Language and Mind 11968); American Power and the New Mandarins (1969); At War with Asia (1970); Problems of Knowledge and Freedom (1971); Studies on Seman-tics in Generative Grammar (1972), y For Reasons of State (1973).

Los estudios lingüísticos han sufrido unas innovaciones tan profundas, han des­pertado tal interés y han recogido aportaciones científicas tan importantes que ya puede hablarse de una auténtica "revolución". El interés por las cuestiones del lenguaje, en progreso desde el siglo XIX, ha aumentado considerablemente a par­tir de los trabajos de F. de Saussure, E. Sapir y L. Bloomfield, ya en el siglo XX. Los trabajos de Noam Chomsky, una de las figuras más eminentes de la lingüís­tica- contemporánea, han impulsado las investigaciones del lenguaje hacia caminos de exactitud y de precisión que hasta la fecha no habían sido conseguidos. De su concepción del lenguaje, de la conexión de las lenguas con su realidad social y del progreso que las investigaciones lingüísticas pueden proporcionar para un mejor conocimiento de la estructura de la inteligencia humana, hablamos con el ilustre profesor.

¿De qué modo puede contribuir la teoría lingüísti­ca a la investigación de los procesos mentales y al estudio de la naturaleza humana?

En el campo de la teoría lingüística se pretende en­contrar una respuesta al problema de cómo una persona es capaz de adquirir el conocimiento de su lengua. Este conocimiento puede ser definido como una estructura especial, como un sistema de reglas que una persona ha logrado dominar.

Así, al responder a esta pregunta se nos plantean dos cuestiones: a) ¿Cuál es el sistema de reglas que domina una persona y que le permite utilizar su lengua con toda la libertad con que suele hacerlo? b) El segundo problema consiste en averiguar qué fundamento existe en la naturaleza humana para asimilar este sistema es­pecial de reglas, teniendo en cuenta el hecho evidente de que se halla al alcance de cualquiera. Creo que la conclusión más adecuada que puede deducirse es que el sistema de reglas que asimila un niño normal es extremadamente rico, abstracto y distante en su naturaleza de los datos inmediatos de la experiencia. Si esto es cierto para la gran mayoría de nuestros conocimientos, todavía lo es más en el caso del lenguaje, Esta certeza significa que el investigador de la naturaleza humana se enfrenta con un gravísimo problema cuando tiene que explicar cómo un sistema de reglas extraordinariamente rico y articulado de manera tan compleja es asimilado por un niño sobre la base de una experiencia muy frag­mentaria.

Este problema no consiste, en absoluto, en explicar cómo se desarrollan los hábitos sobre la base del aprendizaje ni tampoco cómo se asimilan las generalizaciones sobre la base de la inducción; por el contrario, el pro­blema se parece mucho más al que, en muchos aspectos, se plantea a un hombre de ciencia que es capaz de crear una teoría científica (un rico y complejo sistema de re­glas) sobre la base de una experiencia fragmentaria y en desorden. Somos conscientes de que no existe ningún medio para lograrlo. Ahora bien, si los niños son capa­ces de conseguirlo, deben hallarse dotados, como parte de su naturaleza humana, de la capacidad de asimilar precisamente estos sistemas y no otros de tipo diferente. Si continuamos la investigación por este camino, po­dremos adelantar una serie de ideas totalmente razona­bles y pormenorizadas acerca de la naturaleza intrínse­ca de la inteligencia del ser humano. En realidad, creo que la cuestión tal vez pueda plantearse con mayor cla­ridad si se recurre a una comparación que procede del género denominado "ciencia ficción". Imaginemos que un científico marciano aterriza en nuestro planeta y que, por un prolongado espacio de tiempo, se dedica a inves­tigar la conducta de los seres humanos, sin tener prejui­cio alguno, ajeno a cualquier sistema de valores ideoló­gicos y desconocedor de la historia y del pensamiento filosófico y tradicional: un científico al que únicamente preocupara averiguar cómo son los seres humanos. Pues bien, es posible pensar que descubriera que un ser humano adquiere, por ejemplo, tres modos o sistemas distintos de conocimiento. En primer lugar, el indivi­duo en cuestión ha adquirido el conocimiento de su len­gua; más tarde, el del comportamiento de los objetos en el espacio físico y, por último, el de la física contempo­ránea. El científico de Marte ha descubierto estos he­chos gracias a diversos experimentos y observaciones; así, por ejemplo, para darse cuenta de que una persona ha adquirido el conocimiento relativo al comportamien­to de los objetos en el medio físico, le bastaría registrar que puede coger con sus manos una pelota u otro obje­to semejante. De la misma manera, el científico mar­ciano puede proseguir su investigación con el fin de de­terminar lo que ha asimilado el individuo: ¿Cuál es el modo de adquisición del lenguaje? ¿Cuál el del espacio físico? ¿Cuál el de la física contemporánea?

Imaginemos ahora que, al profundizar en la investi­gación, constata que el niño, en general, asimila los dos primeros modos de conocimiento, el del lenguaje y el del comportamiento de los objetos en el espacio físico, y que, además, los asimila con una gran rapidez, independientemente de su inteligencia; no necesita ningún aprendizaje especial; no se trata de una cuestión de en­señanza: su saber, los modos o sistemas de conocimien­to que asimila se fundan en un número extremadamente reducido de evidencias, equiparables entre si.

El científico marciano se percataría, si fuera un buen científico, de que las cosas ocurren de manera muy di­ferente en el caso del tercer sistema, es decir, en el de la adquisición o asimilación de la física contemporánea. Este conocimiento sólo lo asimila gente muy especiali­zada, que trabaja muy intensamente para conseguirlo y sigue un riguroso proceso de aprendizaje. Si no posee este aprendizaje, si la información no se le presenta de una forma muy organizada, poco podrá aprender sobre estos problemas de la física. Más tarde, si investigara desde un punto de vista histórico, descubriría que di­cho sistema de conocimiento se ha desarrollado como un tipo de producto cultural, a través de muchas gene­raciones de individuos y mediante la intervención de muchos genios, que la adquisición de tal sistema no era, de ningún modo, un logro natural del hombre. Supon­gamos que entonces pidiera una explicación de este he­cho. Pues bien, se nos puede ocurrir, como explicación, que el conocimiento de la física es un sistema mucho más complejo que el conocimiento del comportamiento de los objetos en el medio físico y que el conocimiento de la lengua materna, y eso podría explicar la clase de diferencia que existe entre estos tipos de conocimientos. Sin embargo, esta explicación parece ser totalmente falsa, pues el conocimiento de la física (el sistema de la teoría física) no es, en modo alguno, más complejo que el sistema de la gramática inglesa. Para ser exactos, ocurre exactamente lo contrario: el sistema de la gramática inglesa parece ser mucho más intrincado en sus co­nexiones internas que la complejidad de leyes que in­forman la teoría física, al menos en la medida en que nos es conocida.

De hecho, hay que ser muy prudente al utilizar no­ciones de manera simplista al describir la teoría, pero, en la medida en que tales nociones poseen algún senti­do, no parece existir ninguna diferencia crítica entre las tres teorías. Ahora bien, el científico que observara es­tos tres sistemas no sería capaz de predecir cuál de ellos podría ser asimilado más rápidamente por un or­ganismo arbitrario en una reducida cantidad de tiempo. Al advertir dicha circunstancia, si se tratara de un científico lúcido, llegaría inmediatamente a la conclusión de que la estructura del conocimiento del lenguaje y la del conocimiento del espacio físico son, probablemente, una propiedad del organismo. Esto es, el organismo asi­mila tan rápidamente estos complejos sistemas porque ya los conoce. Es decir, los adquiere de la misma mane­ra que aprende cómo actuar y cómo alimentarse, cómo andar, etc.; en realidad, no "aprende" nada. No es algo que le haya sido enseñado; simplemente, implica que posee una capacidad innata desarrollada bajo la interac­ción con el medio ambiente. El conocimiento de la físi­ca, por el contrario, no opera de igual modo. No posee­mos un conocimiento de la física ya constituido en nuestro cerebro, por eso debemos esforzarnos por des cubrir en qué consiste dicho conocimiento. Probable­mente, esto explica cómo ocurren las cosas; pero tam­bién significa que si uno desea averiguar la naturaleza de la inteligencia humana, deberá estudiar los productos intelectuales complejos (por ejemplo, el lenguaje o las teorías acerca del espacio físico) que, indudablemente, reflejan en su propia estructura características de la na­turaleza de la inteligencia.

¿Cree usted que el lenguaje refleja la sociedad?

Creo en la existencia de una relación entre el uso del lenguaje y la sociedad y, posiblemente, incluso entre el carácter del lenguaje y las cuestiones de estructura so­cial, de interacción social. Pero, por lo que sé, no deben hacerse grandes generalizaciones sobre este tema. Es decir, sólo es verdad en sus formas más elementales; por ejemplo, en la naturaleza del vocabulario. Quiero de­cir que las palabras y el estilo reflejan ciertamente deter­minadas estructuras sociales; por ejemplo, existen len­guas en que la jerarquía social se institucionaliza en cierta manera en el uso lingüístico, aunque hay niveles muy diferentes de institucionalización.

¿Cree usted que la estructura de una lengua puede quedar afectada por un cambio revolucionario en la comunidad hablante?

Efectivamente, pero es muy difícil contestar a esta pregunta, excepto en las modalidades elementales que ya he señalado: cuando la lengua posee una jerarquía de uso. Cualquiera de ellas puede mantener una jerarquía determinada en cuanto función social, aunque, en rea­lidad, no se trata de una cuestión muy profunda, y es sabido que tales estructuras se encuentran en lenguas como el japonés o el coreano. Si las sociedades sufrieran un cambio radical y desaparecieran las estructuras je­rárquicas, la gente seguiría utilizando su lengua, si bien entonces no se produciría dicha jerarquización.

Desde luego, una lengua puede utilizarse para expre­sar una ideología. Observe las distintas lenguas: las hay que poseen unas características diferentes en relación con el sexo, pues la de las mujeres es diferente de la de los hombres. De nuevo nos encontramos con un fenó­meno que muy probablemente se produce en cualquier lengua, pero que resulta sorprendentemente cierto en muchas de ellas.

¿Es posible hallar una teoría general de la gramá­tica que pueda ser adaptada a todas las lenguas sin que esté basada necesariamente en elementos culturales?

Sí, así lo creo. Lógicamente, cabe deducirlo de las primeras consideraciones que va he hecho. Es decir, si, tal como creo, es verdad que la estructura del lenguaje refleja propiedades fundamentales de Ja naturaleza hu­mana, cabe concluir que debe existir una gramática uni­versal, una teoría universal de la gramática, que es simplemente la teoría de los rasgos intrínsecos de la inte­ligencia humana. Esta es, precisamente, una de las mu­chas realizaciones de este sistema universal, aunque po­sea un rango muy especial.

¿Existe alguna relación entre su teoría lingüística y sus ideas políticas y sociales?

La pregunta cabe plantearla en dos niveles distintos: uno, en cuanto a las relaciones históricas; el otro, rela­tivo a las conceptuales. Ambos son extremadamente su­tiles, si bien creo que el más interesante es el nivel re­ferente a las relaciones de orden conceptual. Por un lado, creo que en él se inscriben, en cierto modo, mis propios puntos de vista acerca de la naturaleza de la sociedad, de una sociedad justa, o bien acerca de la na­turaleza del cambio social. Por otra parte, mis puntos de vista sobre el lenguaje ocupan una posición aparte. Uno puede tener razón y. a la vez, estar equivocado. No puedo establecer una conexión adecuada entre ambos niveles. Desde otra perspectiva, existe una vaga simi­litud, algunos lazos comunes que presiden ambos enfoques —a lo que yo no concedería una excesiva importancia, ni espero que nadie se lo tome demasiado en serio— aunque ambos se encuentren vinculados por un mismo concepto de la naturaleza humana.

En el caso del lenguaje, creo que su característica más sorprendente es lo que en ocasiones se ha denomi­nado su aspecto creativo, es decir, el hecho de que po­seemos un rígido sistema de reglas y de restricciones a estas reglas que constituyen la base para Ja libertad de la conducta. A menudo se cree, equivocadamente, que la libertad aumenta cuando disminuyen las restriccio­nes; cuanto menores sean las restricciones, mayor será Ja libertad. Pero esto no puede ser cierto, pues signifi­caría que, si no hubiera restricciones, se disfrutaría de una libertad absoluta, lo que no es verdad en un sentido muy desinteresado de la libertad. Entendemos por li­bertad la capacidad de realizar actos significativos- Y la noción de acto significativo -bien en el dominio del lenguaje o en el de la interacción social, bien en el arte o en cualquiera otra materia- depende de los sistemas de reglas o normas que determinan las restricciones dentro de las cuales se realiza la plenitud de sentido. Así, por ejemplo, en un estilo de arte donde uñó puede hacer lo que se le antoje, no existe propiamente crea­ción artística. En la forma de arte en la que existen res­tricciones objetivas preestablecidas, es posible desarro­llar una actividad creativa y plena de sentido. Por tanto, hay una interrelación entre las restricciones y la liber­tad creativa, lo que no significa que unas se intensifiquen en tanto que la otra mengua. Pues bien, el lenguaje es un ejemplo sorprendente de cómo actúan, mente en nuestro intercambio normal, expresa o aportando otras nuevas, o induciendo a suscitar nuevos conceptos dentro de un marco establecido de reglas y de principios, lo cual posibilita este proceso creativo. Imagino que algo parecido ocurre al respecto con los demás aspectos de la conducta y de la interacción humanas. No creo que nadie posea idea alguna sobre tal materia, pero deberíamos ser capaces de descubrir, en principió, las leyes de la naturaleza humana, las leyes que gobiernan nuestras acciones y nuestro funciona­miento en cuanto criaturas sociales; después de ha­berlas asimilado o aprehendido, seríamos capaces de investigar la forma en que la gente puede actuar libre y significativamente para satisfacer sus propias necesi­dades intrínsecas y, tal vez más adelante, podríamos llegar a imaginar las estructuras sociales que serían más adecuadas a tal objeto.

Creo que los seres humanos tienen una necesidad esencial de realizar, de llevar a cabo una obra creativa, productiva, en unas condiciones que ellos mismos, de­terminan y que, a menudo, realizan en colaboración con sus semejantes. Ahora bien, cuando existe tal colabora­ción, ésta se halla efectivamente prefijada y bajo el con­trol de los individuos participantes en dicho proceso. Si esto es así, entonces cualquier tipo de jerarquía auto­ritaria, ya sea fascista, capitalista o socialista (siguien­do el modelo soviético), viola propiedades intrínsecas, características inherentes a la naturaleza humana. Por tanto, el cambio social se orientará propiamente hacia la supresión de tales rasgos en toda sociedad que pre­tenda reflejar las características intrínsecas de la natu­raleza humana.

¿Considera usted posible aislar el lenguaje de la sociedad?

En primer lugar, cuando consideramos el lenguaje como un todo limitado, efectuamos una idealización, una abstracción. Cuando se estudia el lenguaje, o cual­quier otra materia semejante, uno debe abstraerlo de la realidad de la experiencia y de la vida, del mundo, etc., e intentar escoger ciertos aspectos de esa realidad que poseen su propia estructura intrínseca y pueden estu­diarse aisladamente. De este modo estudiamos la física o el lenguaje. Por el hecho de considerar el len­guaje como un todo integrado y aislado, no debe lle­garse a la conclusión de que lo sea efectivamente, que en el mundo real se halle separado de otras muchas fun­ciones; naturalmente, de ninguna manera es así. El lenguaje es un sistema simbólico de comunicación. Esto es, nuestro uso del lenguaje se halla estrechamen­te relacionado con las estructuras sociales, materia sobre la que no vamos a plantear ninguna otra cuestión. Es muy posible que existan otras estructuras con las mismas propiedades que el lenguaje y que puedan estar estrechamente relacionadas con él. Sin embargo, des­conocemos la razón de que no exista ninguna teoría comparable en otras áreas de función emparentada, aunque podemos descubrir la causa de que esto sea así. No sería extraño que descubriéramos que la teoría de una persona acerca de la conducta o comportamiento de los objetos en el espacio físico y su teoría del lenguaje, su conocimiento de su propia lengua, surgen, en parte, de una forma interrelacionada, en que una influya sobre la otra, y que los mismos mecanismos intelectuales co­laboren a la creación de ambos sistemas. Si esto fuese cierto, el lenguaje no constituiría un conjunto, un todo aislado.

Con el progreso de la cultura, también podemos des­cubrir los cambios en la lengua. Así, por ejemplo, la gente que vive inmersa en una cultura científica tiende a utilizar las palabras con el tipo de significación que no utilizaría si viviera en una cultura no científica. Si yo me refiero a algo, al agua, pongamos por caso, quiero significar que posee una determinada microestructura, una cierta estructura interna oculta y que conozco cuál es dicha estructura. Ahora bien, si descubriésemos algún nuevo producto que se asemejara al agua, pero que no poseyera tal microestructura, probablemente llegaríais a la conclusión de que no era agua. Por el contrario, si viviésemos inmersos en una cultura pre-científica, creo que emplearíamos la palabra agua para significar simplemente aquello que no posee sabor determinado alguno, que es incoloro, que satisface la sed, etc. De hallar algo nuevo que se le pareciera, probablemente no nos preocuparíamos demasiado en averiguar si poseía una microestructura. Pues bien, tal vez sea ésta una diferencia fundamental entre los distintos modos de cómo utilizar y entender las palabras en una cultura impregnada por la ciencia y en una cultura precientífica. Así, a este respecto, incluso propiedades fundamentalísimas de la teoría del significado pueden muy bien variar entre diferentes culturas, según la me­dida en que el conocimiento científico sea una propie­dad común. Creo que existen muchos factores o elemen­tos semejantes que revelan que el estudio del lenguaje no puede llevarse a cabo si se le aísla de todo lo restan­te, de todo aquello que lo circunscribe. En este sentido, el lenguaje no es un conjunto aislado.

¿Qué opina usted de la separación entre la lingüís­tica y las restantes ciencias conexas?

Creo que la mayor parte de los límites establecidos en este campo son artificiales y que no existe ninguna ra­zón particular para tener que aceptarlos. Por otro lado, anular toda clase de deslindes equivale a dejar en una vía muerta cualquier esfuerzo intelectual. Por ejemplo, no creo que puedan considerarse próximas ciertas acti­vidades, como la artística y la científica. Al hablar de límites artificiales me refiero a dos subdominios de la ciencia (el de la lingüística y el de las ciencias afines), incluso a dos subdominios de las ciencias humanas, como la psicología y la lingüística, o bien al estudio de la percepción y del lenguaje, por ejemplo. Creo que lo más correcto es estudiar estas dos materias aislada­mente y descubrir las características de cada una de ellas, pues si se insiste en estudiarlas conjuntamente sólo se obtendrá un resultado ininteligible y se compro­bará la imposibilidad de llevar a cabo tal esfuerzo. No obstante, me parece también que sería igualmente erró­neo insistir en que estos temas permanecen aparte, ya que entre ellos existen interconexiones muy importan­tes. Ambos deberían ser estudiados de modo global, pues de lo contrario, cada uno de ellos sólo sería enten­dido parcialmente. Por eso, opino que la cuestión pri­mordial es que ninguno de ambos temas podría apre­henderse plenamente a no ser que uno y otro se estu­diaran aparte, pero que ambos resultarían mutilados en su- intelección de no ser investigados conjuntamente. Cabe decir que no existe contradicción alguna entre ambos puntos de vista. Esto sólo significa que, en nuestra indagación intelectual, construimos determinadas idea­lizaciones y abstracciones útiles en ciertos casos para otros propósitos y para otros problemas que los que se suscitan.

¿Qué opina usted sobre la teoría psicológica de tipo conductista?

A mi juicio, la explicación conductista, del tipo estí­mulo-respuesta, poco tiene que ver con el lenguaje. Quiero decir que si usted toma cualquier conversación normal, por ejemplo, la que ahora mantenemos, no hay forma de dar cuenta de lo que cualquiera de nosotros dos hace sobre la base de cualquier historia de aso­ciaciones del tipo estímulo-respuesta. De hecho, toda la teoría conductista, en la medida en que la conozco, es pura mitología. Nada tiene que ver con la ciencia; no tiene, desde luego, ninguna base científica; no es más que una ideología particular o un tipo de mitología que no tiene ninguna fuerza lógica, y que nunca se ha veri­ficado en la investigación de cualquier forma de con­ducta. Supongo, eso sí, que presenta cierto interés histórico. Ahora bien, si usted se pregunta qué es la teoría estímulo-respuesta, no hallará otra contestación que la que la define como una suposición apriorística en el dominio de las ciencias humanas. No existe moti­vo alguno para tomarse en serio tal presupuesto apriorístico. Así, por ejemplo, en la física, a nadie se le ocurriría permitir que alguien afirmara, antes de llevar a cabo cualquier investigación, que las conclusiones tu­vieran que tener tal o cual carácter. La ciencia física sólo descubre algo a través de la auténtica investigación.

Lo mismo sucede cuando se investiga el comportamiento de los seres humanos. El presupuesto o suposición apriorística de que es posible explicarlo todo en térmi­nos de estímulos y de respuestas es del todo arbitrario y, de hecho, en la medida de nuestro saber, absoluta­mente falso.

¿No cree que la lingüística convertida en ciencia se aleja de la comprensión de la mayoría de las personas?

En el dominio de la lingüística, las ideas generales, en la medida que sean realmente válidas, se hallan al alcance de cualquier individuo, sin que se requiera nin­gún aprendizaje especial. No creo que en la lingüística se tropiece con las profundas dificultades u obstáculos que se encuentran en otras áreas del saber en las que se requiere una particular especialización. Quiero decir que, aparte de ciertos dominios científicos, como de­terminadas áreas de la física y una gran parte de las matemáticas, no conozco investigaciones intelectuales que realmente rebasen la capacidad de un profano inte­ligente para entenderlas en sus líneas esenciales. Aho­ra bien, esto no quiere decir que cualquiera pueda lle­var a cabo investigaciones profundas en cada campo. No, no es eso. Quiero decir tan sólo que, en cierto modo, la intelección o comprensión dentro de otro cam­po no ha alcanzado efectivamente aquella suerte de profundidad que requieren las especializaciones o e aprendizaje necesario para apreciar la naturaleza esencial de lo que han descubierto.

¿Cree usted que puede salvarse el abismo existen­te entre el carácter abstracto y el uso efectivo del lenguaje?

Sí, ciertamente. Creo que tal abismo puede salvarse y que, en gran medida, trabajar en el campo de la gra­mática generativa es encontrarse muy cerca del hecho observado, efectivo, aunque, naturalmente, se produzca una determinada abstracción. Sin embargo, en el área de nuestro estudio existen muchos fenómenos que no se sitúan en tales términos; por ejemplo, los fenómenos que pertenecen al campo de la sociolingüística. De to­dos modos, creo que este abismo, en aspectos muy de­terminados, puede ser salvado.

¿Cuál es el significado de las formas no lingüís­ticas de comunicación?

Si se refiere a los gestos, preferiría no responder. Los gestos gozan de unas características especiales de las que no tengo nada que decir. No creo que se obtenga ningún esclarecimiento sobre dicha cuestión partiendo del estudio del lenguaje, pues no existen demasiadas po­sibilidades de establecer una semiótica general, de esta­blecer una teoría general de tipo científico. Por una vez, no creo que el lenguaje sea real, necesaria o primaria­mente, un sistema de comunicación.

Pero el lenguaje es un medio de comunicación...

Es un buen medio de comunicación. Sin embargo, a menudo no lo es tanto, como sabe bien todo el mundo a partir de su experiencia personal. Que existen muchas posibilidades de que fracase la comunicación, es algo bien cierto; pero creo que el hecho más decisivo es que la característica esencial del lenguaje no es la de ser un medio de comunicación.

GUIA DE PREGUNTAS:

Noam Chomsky. Reflexiones sobre el lenguaje, Editorial Ariel, Barcelona, 1979,
caps. 1 y 3.
Preguntas de estudio

Capítulo1. Sobre la capacidad cognitiva

- ¿Cómo define Chomsky al lenguaje?
- ¿En qué consisten los principios abstractos que constituyen la estructura del lenguaje y su modo de utilización?
- ¿Cómo formula este autor la relación lenguaje – mente?
- ¿Cómo responde Chomsky a la pregunta de Russell respecto de cómo es posible que a pesar de contactos breves, personales y limitados con el lenguaje, el sujeto sea capaz de llegar a saber tanto como sabe a temprana edad?
- ¿Qué papel le otorga al aprendizaje en el desarrollo del lenguaje?
- ¿En qué consiste la hipótesis del innatismo?
- ¿En qué consiste la denominada “facultad del lenguaje”?
- ¿Cómo relaciona este autor a la experiencia del sujeto con su conducta?
- ¿Cómo define Chomsky a la facultad del “entendimiento”?
- ¿Cómo formula la distinción competencia – actuación?
- ¿Cómo define este autor a la facultad de la “gramática universal”?

Capítulo 3. Algunos rasgos generales del lenguaje

- ¿Qué principios, reglas y complejidad estructural considera este autor que posee la facultad del lenguaje?
- ¿En qué consiste el componente transformacional de esta facultad?
- ¿En qué consiste la distinción entre “estructuras superficiales” y “estructuras profundas” que postula Chomsky?
- ¿Por qué este autor sostiene que el estudio del lenguaje es objeto de investigación de la biología humana?
- ¿Qué importancia le otorga a la naturaleza psicológica en su crítica a la “doctrina empirista”?